Acción social y persona humana

Posted By Ramón Rodriguez on Ago 18, 2017 | 0 comments


 

Debido al materialismo que ha impregnado nuestro modo de pensar, hoy se acostumbra a valorizar únicamente los esfuerzos materiales o para decirlo en lenguaje evangélico, a lo que actualmente se le otorga valía como acción social, es únicamente lo que tiende a satisfacer las obras de misericordia corporales (Cf. Mt 25).

¿Está mal atender las necesidades corporales? Evidentemente que no. Atender lo corporal es esencial para que las personas puedan desarrollar una vida digna; sin embargo, no es la única “dimensión” que presenta la persona también es necesario atender lo espiritual.

La persona no es sólo corporal (cuerpo) o espiritual (alma), no es una fractura de estas dos dimensiones, sino que es una unidad de los mismos (Cf. CCE, 365), y como tal, debemos atender ambas necesidades. Sin embargo, para el estudio de la misma se distinguen estas dos, pero sin perder de vista que es una unidad y no dos partes unidas. La consecuencia de fragmentar a la persona o negar una de sus dimensiones es el surgimiento de una visión antropológica errónea de la cual se desprenden una variedad de ideologías.

Tener presente esta unidad (cuerpo y alma) en nuestra acción social nos lleva a siempre a velar por el bien de la persona en su integralidad. Es cierto también que esta acción se enfoca según el carisma o la misión de cada grupo laical o institución religiosa; es decir, algunos se enfocan en lo corporal, pero teniendo presente que la persona no es sólo materia sino también espíritu y viceversa.

No podemos negar que la dimensión material (cuerpo) es importante, pero de igual modo también lo es la dimensión espiritual (alma). Así como es importante tener casa, vestido, alimento, etc. también lo es la educación, la cultura, la práctica religiosa, etc. Ver sólo un aspecto de la persona provoca que nuestra acción social tienda a denigrar a la persona quitándole valor a algunos de los bienes materiales o espirituales básicos que ésta necesita para su pleno desarrollo.

En nuestro actuar como católicos, en el cualquier ámbito de la vida social, debemos dejarnos guiar por la enseñanza de la Doctrina Social de la Iglesia. Mediante la práctica de la misma en nuestra vida diaria y en los diversos grupos a los que pertenecemos no podemos perder de vista que es una de las fuentes de la cuales hay que beber para que nuestra acción se apegue a la enseñanza cristiana, sin duda, enseñanza que nos abre y extiende el panorama para contribuir al desarrollo de la persona.

La acción social del cristiano, inspirada en la caridad, es pues, material y espiritual. Ni una ni otra debe ser minimizada. Pero debemos recordar que la caridad siempre debe ser iluminada por la verdad pues, “sólo en la verdad resplandece la caridad y puede ser vivida auténticamente. La verdad es la luz que da sentido y valor a la caridad” (Caritas in veritate, 3).