¿Democratizar a la familia?

Posted By Ramón Rodriguez on Ago 22, 2018 | 0 comments


Quizá la democracia sea la mejor forma de gobierno que hemos experimentado hasta nuestros días; sin embargo, no es un sistema perfecto. No es un sistema de gobierno que alcance, por decirlo de alguna manera, su plenitud o consolidación, sino que es un constante caminar para acercarse a un gobierno de mejor calidad. Aunado a esto, las decisiones democráticas no siempre se apegan a la verdad o al bien, sino a lo que la mayoría piensa o cree que es la verdad y el bien.

De aquí que las decisiones democráticas no siempre sean las más mejores; es decir, no por estar basadas en el consenso de la mayoría se tienen que aceptar como dogma.

Hace unos días Olga Sánchez Cordero, próxima Secretaria de gobierno en el gabinete de López Obrador, mencionó en una entrevista que se va a “cambiar el sistema patriarcal por un sistema de democracia familiar”. El primer desliz de esta declaración se asienta en suponer un sistema patriarcal al modo en cómo lo conciben las feministas radicales.

Ahora, ¿qué implicaciones tiene democratizar la familia? El entorno familiar, es un entorno íntimo, considerado como una “ampliación de la libertad humana” (CDSI, 176). Evidentemente el Estado debe de velar jurídicamente para que no existan abusos ni se permita la violencia dentro de ese entorno.

Este es el papel subsidiario que debe desempeñar el Estado para velar por aquello que constituye su razón de ser: la familia. El problema surge cuando el Estado rompe el esquema subsidiario y quiere tomar el control completo de ese entorno íntimo. Al parecer a eso apunta lo mencionado por Olga Sánchez. Según ésta se buscará “Democratizar a nuestra familia nos llevará a reconocer que las niñas, niños y adolescentes no son propiedad de sus familias, sino titulares de derechos, con voz y voto”.

Es claro que los niños no son una propiedad, pero sí crecen y se desarrollan, por supuesto que se supone el crecimiento y desarrollo integrales, al interior de una familia, dentro de esa extensión de la libertad en la que se deben de respetar, válgame la redundancia, todas las libertades que se expresan en los derechos humanos.

También es claro que los niños tienen voz y voto; sin embargo, existe una jerarquía en el entorno familiar: es decir, el padre y la madre representan la autoridad dentro de ese entorno. Es evidente que los niños carecen de criterio, en las que debe regir el buen juicio de los padres, para afrontar ciertas situaciones y temáticas que se presentan cotidianamente. Democratizar a la familia parece suponer que la figura de la autoridad dentro de la familia será eliminada y que para asegurar esto, el Estado asumirá dicho rol; esto es, intentará destruirla (la autoridad) para asumirse como tal.

La enseñanza social de la Iglesia nos aporta mucha luz en el tema: “Las familias, lejos de ser sólo objeto de la acción política, pueden y deben ser sujeto de esta actividad, movilizándose para procurar que las leyes y las instituciones del Estado no sólo no ofendan, sino que sostengan y defiendan positivamente los derechos y deberes de la familia” (CDSI, 247).

El Estado es un ente que debe velar por la dignidad de todas las personas, dando preferencia a los más indefensos, pero sin descuidar un esquema subsidiario; es decir, que tiene límites con respecto a los entes más pequeños, en esto caso concreto, sobre la familia.

¿Democratizar a la familia? No, ¿velar de modo subsidiario por cada uno de los integrantes de una familia? Sí.