Reconsiderar la naturaleza humana para una verdadera reflexión ética

Posted By Julio Fernández on Ago 5, 2017 | 1 comment


En los últimos años se ha desarrollado una reflexión ética separada del concepto de naturaleza humana. Los efectos de esta ruptura están ante nuestros ojos, especialmente en lo que al valor de la vida humana se refiere. Basta ver el alarmante caso del bebé Charlie Gard para darnos cuenta de lo que la nueva ética nos propone como “dignidad humana”. Alarmante, porque supone que le hemos entregado al Estado el poder sobre lo más valioso que tenemos: la vida.

Por eso, es de suma importancia recuperar el concepto de naturaleza humana, es decir, el modo de ser del hombre en cuanto que es hombre. Así, podemos entender los actos humanos como actos de nuestro modo de ser: esencialmente libres. La libertad, pues, es necesaria para que podamos hablar de ética, ya que sólo los actos que implican la libertad pueden ser juzgados como buenos o malos.

Ahora bien, los actos que realizamos en libertad pero que evitan nuestra conformidad con la naturaleza humana, son los que juzgamos como “malos” en sí mismos. De tal manera que la libertad, siendo propia de la naturaleza humana, es al mismo tiempo la que puede “desconformarnos” o “de-formarnos”, cuando realizamos actos contrarios a nuestra naturaleza.

Dicho de otro modo, los actos buenos nos realizan como seres humanos, mientras que los actos malos nos deshumanizan.
Debemos, pues, orientar nuestra reflexión hacia la naturaleza, y pensar la ética en cuanto al fin último del hombre: nuestro bien supremo. De lo contrario, el bien y el mal no podrían entenderse como una realidad superior que se impone a nuestra razón, sino como una construcción social, sin verdaderos principios ni valores, sino sólo como decisiones arbitrarias del poder político, poder que crece desmesuradamente proponiendo una ética en la cual el Estado puede dar muerte a sus ciudadanos, especialmente convenciéndolos de que se maten entre ellos de la manera más inhumana posible: eliminando bebés, tanto en el seno materno, como ya nacidos, siendo éste el caso de nuestro querido centro de atención mundial, Charlie Gard, por cuya familia oramos a Dios.

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