El valor de la persona humana

Posted By Julio Fernández on Jul 10, 2017 | 0 comments


 

Al hablar del valor de la persona humana, estamos haciendo referencia a la totalidad de la vida humana. Es el valor de una persona que ha sido concebida y vive.

Nosotros, -nuestro tiempo, nuestra sociedad-, ha sido la primera en hacer una inversión de valores tan tremenda, que a la muerte le llamamos vida y a la vida muerte. Si bien es verdad que, en la historia de la humanidad, en todas las épocas, ha habido abortos, infanticidios, homicidios, y toda clase de atentados contra la vida, también es cierto que esos hechos eran considerados malos en sí mismos, delitos que merecían un castigo. Sin embargo, hoy, hemos cambiado la palabra asesinato por derecho. Ahora es un derecho matar.

Al hacer este cambio de sentido -de dirección- a nuestros valores, nos hemos convertido en enemigos de la vida, por lo tanto, para nosotros, hombres modernos, la persona humana no tiene ningún valor, ni siquiera por el hecho de estar viva, en cualquiera de las etapas de desarrollo en que se encuentre.

Incluso, hemos desvirtuado la ciencia tanto así, que el conocimiento de la verdad ya no es su razón de ser, sino la experimentación, la acción desde una perspectiva empírica; por lo tanto, el valor del ser humano es reducido a un valor instrumental, como si fuese objeto de laboratorio (a pesar de que existen campañas para defender, eso sí, la vida de las ratas de laboratorio).

Lo cierto es, sin embargo, que la persona humana tiene una dignidad en sí misma. Un valor intrínseco, que no depende de la biología ni de la psicología, que no es un constructo social ni lo otorga el estado; sino que es un don de Dios. No podemos perder de vista esta realidad que nos supera y nos trasciende.  La presencia de Dios, y su papel en el valor de nuestra vida, no es genérico, sino particular y personal, con todos y cada uno de los seres humanos desde el momento de su concepción.

Como afirmó el Concilio Vaticano II: “el hombre es la única criatura a quien Dios ama por sí misma” (Gaudium et spes, 24).

Esta singularidad de la persona humana es la que da origen a su valor, y al mismo tiempo es el primer reconocimiento de su dignidad, mi dignidad, tu dignidad.