La delgada, pero distante línea entre la Doctrina Social de la Iglesia y la Teología de la Liberación de corte marxista

Posted By Ramón Rodriguez on Abr 6, 2017 | 0 comments


En alguna ocasión a la mayoría de los católicos nos ha tocado escuchar que, personas que no son cercanas a la enseñanza social de la Iglesia confundan la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) con la Teología de la Liberación de corte marxista, ésta última no es afín con la enseñanza de la Iglesia, según la Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la liberación de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La confusión viene sobre todo hacer equivalentes algunos conceptos, que no significan lo mismo. Por ejemplo, suele confundirse, la opción o el amor preferencial por los pobres con el de proletariado sin darse cuenta. El primer término forma parte de la DSI, en tanto que el segundo es de corte marxista.

La opción preferencial por los pobres “nunca es exclusiva ni discriminatoria de otros grupos. Se trata, en efecto, de una opción que no vale solamente para la pobreza material, pues es sabido que, especialmente en la sociedad moderna, se hallan muchas formas de pobreza no sólo económica, sino también cultural y religiosa” (Centesimus annus, n.57); en cambio, el término proletariado se centra sólo en el aspecto económico; es decir, se ajusta a la teoría del materialismo (dialéctico) de la cual proviene, deslindando la parte espiritual (cultural, religiosa) del hombre y es exclusivo solo de la clase obrera.

La Teología de la Liberación de corte marxista ha adoptado esta exclusividad por la clase obrera y por la clase baja, lo que han hecho es sustituir el término proletariado por el de pobre y con ello se han centrado únicamente en el aspecto material (económico) desvirtuando el concepto de opción preferencial por los pobres de la DSI. Este último concepto es “una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana” (Sollicitudo rei sociales, n.42), primacía sobre el más necesitado económica y espiritualmente hablando, pero no exclusividad.

Esta exclusividad de la Teología de la Liberación, ha llevado a adoptar otra de las características del marxismo, la llamada lucha de clases la cual atenta principalmente contra la dignidad de la persona, ya que, según esta concepción, la única forma de terminar con la injusticia es recurriendo a la violencia revolucionaria. Es decir, la lucha de clases confronta a los ricos, económicamente hablando, contra los pobres.

La consecuencia de esta confrontación es la división, en nuestro caso, una división dentro de la misma Iglesia, enfrentando a “los que menos tienen” con “los que más tienen”. La lucha de clases, supone siempre que “el que más tiene” siempre es opresor y “el que menos tiene” es el oprimido. Esta concepción minimiza el esfuerzo de una gran cantidad de personas que luchan día a día por la justicia social que pertenecen a ambos grupos, pero que en lugar de confrontar pretenden unir mediante el diálogo para establecer una sociedad más justa en orden al bien común.

El adagio “es más fácil destruir que unir” es verdadero, ante las estructuras de pecado, la salida fácil es la confrontación. Es cierto que, al vernos abrumados ante la realidad, ante las estructuras injustas queramos resolverlas de inmediato y por la fuerza; sin embargo, existen otras opciones como el diálogo a través de cuerpos intermedios (organizaciones que median entre el gobierno y los ciudadanos); iniciativas ciudadanas que tienen la finalidad de establecer leyes más justas, entre otras.

La lucha de clases (por lo regular expresada políticamente en el comunismo y el socialismo) y la exclusividad en un solo sector social sostenidas por la Teología de la Liberación no son acordes a la DSI, ni afines a la enseñanza de la Iglesia. Es necesario ser astutos (Cf., Mt 10,16) para no dejarnos llevar por discursos que son políticamente correctos, pero que de éticos no tienen nada y que en lugar de abrirnos a los otros nos encierran en una ideología.

La DSI “no es una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades, examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acerca del hombre y su vocación terrena y, a la vez, trascendente, para orientar en consecuencia la conducta cristiana” (Sollicitudo rei sociales, n.41).

En la Iglesia tenemos una riqueza en cuanto a contenido social poco explotada, de hecho, a la DSI se le considera el secreto mejor guardado de la Iglesia. Todos los laicos deberíamos explotar esa riqueza, conocer las encíclicas sociales, los documentos sociales de las Conferencias Episcopales, así como las cartas sociales de nuestros pastores documentos que nos ayudarán a enfrentar con ojos de fe la compleja realidad social y a no adoptar las reduccionistas ideologías para resolver las problemáticas sociales.